Uruguayos cuentan - Paseo a Colonia, una experiencia traumática

Escrito por
Uruguayos cuentan - Paseo a Colonia, una experiencia traumática Enrique Umbre Cardinale, escritor uruguayo.

Una Semana Santa, imbuido de ese espíritu cristiano que a uno lo llena en esa fecha, decidí mostrar a mi amigo Carlos, algo más de este mundo que no fuera su barrio -lo único que él conocia - y lo invité a viajar a Colonia conmigo y mis amigos del trabajo.  

Partimos hacia una estancia en Rosario, invitados por un amigo del gordo Fuentes, sin sospechar cuan negativamente iba a influir en el resto de nuestras vidas esta decisión, puesto que, en la expedición fue incluído (infelizmente, irreflexivamente) Goyena, sujeto recién ingresado a la empresa y en nuestra sección.

La primera impresión que de él recibió su jefe, no fue precisamente agradable, ya que al segundo día de trabajo lo encontró leyendo el diario, instalado comodamente en el escritorio, sumamente interesado en las noticias y descansando sus extremidades inferiores sobre el mismo. El ingreso del superior al despacho no produjo mayor desasosiego en su espiritu, ya que no ofreció señal alguna de largar el periódico, incluso le comentó alguna de las noticias. Bien, la llegada mostraba perspectivas alentadoras, pues era un bello lugar, con muchas comodidades y espacio para disfrutar de la naturaleza. Todo eso si no hubieramos llevado a Goyena. No voy a hacer una descripción de la estancia ni de las actividades que pensábamos desarrollar. Solo describiré los hechos delictivos practicados por "eso" que habíamos llevado.

Durante un buen rato jugamos con un cachorrito muy alegre, travieso y tierno, hasta que cometió el error de ir a la cocina, ¿junto con quien? Sí, con Goyena. Al rato oímos un fuerte disparo de escopeta y corrimos hacia el lugar, viendo salir tembloroso y asustado al perrito, quien desde ese momento se convirtió en una bestia huraña, agresiva y malhumorada para siempre. Dentro estaba el victimario aun con el caño humeante del arma que había tomado de un aparador y observando intrigado el enorme agujero que había logrado crear en la pared con los perdigones. Se le había escapado un tiro, lamentablemente sin consecuencias para su persona.

Si bien la cara del dueño del establecimiento (y nuestro anfitrión) no era de agrado, se tomó la situación como una imprudencia, un hecho desgraciado, aunque no tanto como el haber invitado a Goyena. Y pronto lo olvidamos.

Nos fuimos a sentar en el pasto, recostándonos sobre un precioso nogal, disfrutando de su sombra y la paz del lugar. Paz que pronto se vio interrumpida por un ruido seco, continuo, que golpeaba el noble vegetal a nuestras espaldas. Era ritmico: toc, toc, toc. Cuando nos dimos vuelta para indagar de donde provenia, constatamos que lo provocaba una enorme cuchilla lanzada por las inexpertas manos de nuestro inquieto amigo, hacia el tronco del árbol que escasamente cubría nuestras espaldas.

Siendo su segunda molestia a tan poco tiempo de transcurrida nuestra llegada, fue reprendido con dureza por todos sus compañeros. No por mí, que solo deseaba su muerte. Esta advertencia no fue acogida con sabiduria de su parte, pues la consideró una agresión al libre ejercicio de su experiencia cuchillera, por lo que desapareció de nuestra vista por un rato. Tanto fue su desagrado, que cuando acudimos al tanque de agua del molino, alertados por unos gritos, constatamos in situ que Goyena no podía salir del mismo, trancado en la boca del tanque por toda la ropa que se había puesto encima y que era ni más ni menos que nuestras camperas y buzos, remojándose con ella en venganza por nuestras reprimendas. En realidad -justo es decirlo- reconocimos los gritos y fuimos cansinamente hasta el recipiente, esperanzados en encontrarlo ahogado por propia voluntad y si no era asi, ayudándolo en su intento.

A esta altura, el dueño se ocupaba de revisar en un libro de matreros, algo que lo orientara en el campo del crimen para ultimar con sufrimiento a ese bicho.

Dicho objetivo fue opacado por una inesperada y vertiginosa salida del Ford A de coleccion -chiche del dueño- desde el garaje. Ya deben saber quien lo manejaba.

Después de pisar algunas gallinas que paseaban despreocupadamente con sus pollitos, desconociendo imprudentemente la amenaza que había caído sobre el lugar y ser esquivado por unos chanchos despavoridos, el coche se detuvo contra un monticulo. Cuando fue reducido y sacado del auto, huyó hacia el establo y lo vimos salir montado a pelo en un percheron de carro. No era el medio de transporte más adecuado y además el engendro, nunca había tenido en sus escasos conocimientos adquiridos, eso de cabalgar. El resultado fue el razonablemente esperado, pero desgraciadamente sin otras consecuencias que un chichón provocado al caerse de cabeza, metros después de haber iniciado su raid.

Motivados por la actitud asumida por el estanciero, quien en un gesto simbólico tiró nuestras mochilas más allá del alambrado de la entrada, comprendimos que lo mejor era abandonar ese hospicio. Cuando nos retiramos, percibimos que nuestro anfitrión y todos los habitantes de la zona suspiraron aliviados al verse liberados de esa maldicion. Ellos si, pero nosotros y la pobre gente que se iba a encontrar con la plaga en el omnibus, no.

Subimos al bus y como todo interdepartamental, este tenía ventilador y llave de luces personales en el techo sobre cada asiento. Pues bien, durante casi noventa kilómetros, él se empeño en mantener una didáctica clase sobre cómo se debía prender y apagar la luz, moviendo constantemente la perilla.

No comprendimos en ese momento que recién había descubierto un ingenioso sistema que ya habían aprendido a usar hace años los chimpances en los experimentos de laboratorio. Cuando se aburrió de ello, su cuerpo le proporcionó otro feroz recurso para atormentarnos y continuar haciendo nuestra vida infeliz.

El bus transportaba casi 50 personas. A cualquiera de ellas le podría haber ocurrido y no lo hubieramos tomado a mal, sino con calma. Pero no, tuvo que ser a él. Le vino diarrea. Esto podría haber sido una dulce venganza si le hubiera pasado al llegar a destino, pues lo habríamos abandonado. Pues no, el bus se detuvo no menos de seis veces durante el viaje para que nuestro amigo aliviara su intestino, subiendo luego tranquilamente, sin notar lo que su molesta presencia provocaba.

Es que en su cerebro no existía la malicia (ni ninguna otra cosa).

Durante los meses posteriores, hube de recluirme varias veces en un sanatorio y medicarme continuamente para olvidar esta experiencia que me atormentaba con sus recuerdos. Pero en realidad, cuando llegamos a Montevideo, no sentimos odio o rencor hacia el compañero. No, tan solo temor. Temor de encontrarnos con él nuevamente en alguna oportunidad.

Fue para nosotros una de esas personas a las que uno desea que se case con alguna mujer que nos haya rechazado, para hacerla infeliz de por vida. Tan infeliz como nos hizo en aquella nefasta excursion.

 

 

Enrique Umbre Cardinale fue Secretario y Tesorero de la Comisión Directiva Casa de los Escritores 2014/2015, delegado por Casa de Escritores área Letras en CONAEF del MEC, estudio/aporte financiero para proyectos culturales FIC 2016/2020. Secretario (2011/2014 y Vicepresidente (2015/2019) de los Encuentros Internacionales de Literatura Maldonado y Rocha. Vicepresidente Encuentro y Congreso Internacional de Literatura (2019/22/23). Invitado Encuentro Internacional de Escritores en Manabí (Ecuador, 2013). Integra delegación de Uruguay en Feria Internacional del Libro, Ayacucho Perú, 2017. Mención de honor (2013) y mención de honor especial (2016) en el concurso del Instituto Cultural Latinoamericano, Junín, Bs.As. Argentina. Distinción de Honor Arturo Cuadrado 2020.

Su obra comprende: "Jacinto Vera, Historias Verdaderas" (2009, 1ª Edición), Editorial Botella al Mar. Declarado de interés cultural por Junta Local Zonal 3 (CCZ3) y en 2018, 2ª Edición. Ediciones Botella al mar. "Algunas Historias Extrañas", 1ª Edición, 2012, Ediciones Botella al mar.

"Letras Americanas I, II, III, Antología de cuentos y poemas 2012/13/14, Ediciones Botella al mar.

"7 Narradores uruguayos" (2016) Colección Narradores del mundo, Ediciones Botella al mar.

Uruguay, "Las Otras Vidas" (2020). Cuentos Infantiles (2017), Edición Altazor, Lima, Perú. Antología de poesía y narrativa (2016), Instituto Cultural Latinoamericano, Junín, Bs.As., Argentina. Pan de Palabras (2018) Antología Taller Literario Academia Sagrada Familia, Montevideo, Uruguay. "La Tertulia" (2014/2015), revista Literaria, México y Feria libro de Guadalajara, 2018.

Modificado por última vez en Lunes, 22 Abril 2024 11:48