Todas fueron sonrisas y extensos apretones de mano frente a las Cataratas del Iguazú, en el espléndido Hotel Meliá que conserva lujos de otros tiempos.
Entre los amplios salones del lobby del hotel que es propiedad de un jeque árabe (la bandera de Emiratos Arabes flamea junto a la argentina en los techos del lobby), con sus ventanales que dan a la pileta y a las cataratas y su eterna belleza, sin embargo, subyacen cruces acaso menos amables. Se evidencian antes y después de la foto de familia, con el saludo final de todos los mandatarios.
Una de esas rispideces es la que vino a plantar Uruguay aquí, primero el lunes, a través de su canciller, Francisco Bustillo, el martes en boca de su presidente, Luis Lacalle Pou, "como viene haciendo en cada reunión", subrayan en la delegación argentina. La amenaza declamada de uno de los cuatro integrantes del bloque de romper, de negociar por su cuenta, de cambiar los tantos. Algo que a Lacalle Pou parece redituarle a nivel interno ante su electorado, y sobre lo que hoy volvió a acometer en su discurso. El uruguayo no firmó, finalmente, el documento final del encuentro, y en cambio llevó uno propio.
Apareció también el tema de Venezuela, y hasta la guerra Rusa-Ucrania, con un pedido unilateral de sumar a Zelenski a la próxima reunión Unión Europea - Celac. Otras fotos y cruces deja esta cumbre, en la que Luiz Inácio Lula Da Silva se recorta como la presencia estelar, de regreso al bloque después de 13 años. Hay otro que le compite en estelaridad, y es Sergio Massa, en su doble rol de ministro y precandidato del oficialismo, presente aquí y allá en la atención de cámaras y comunicaciones.
Página 12