Nicolás Marín ya ha acumulado más experiencias de las que algún día pudo soñar. Creció en San Miguel, en la provincia argentina de Buenos Aires, un lugar sin acceso al mar, pero solía ir de vacaciones a menudo a una propiedad familiar en Mar del Plata, lo que le acercó al océano desde pequeño.
Según él mismo recuerda, durante esas incursiones se le despertó la curiosidad sobre el mundo submarino que veía con su papá en los documentales de National Geographic, lo que se convertiría más tarde en el eje central de su aspiración personal.
Fue la vida misma quien le iba señalando su norte, y si bien durante su adolescencia todo indicaba que sería el tenis el pasaporte a sus logros, ya que sus resultados dentro de la cancha le permitieron competir a nivel internacional, a los 17 años Nicolás rechazó el ofrecimiento de una universidad norteamericana, que le aseguraba sus estudios a cambio de representar a la institución a través de ese deporte, para poder dedicarse a un sueño todavía no soñado: la fotografía submarina.
“Me encantaba el tenis, y tenía las cualidades, pero sentí que no quería irme del país en ese momento, que si apostaba todo al tenis y no conseguía crecer lo perdería todo, sentía que no era el camino. Estaba muy triste, no sabía qué estudiar y descubrí un curso de creatividad e innovación. (…) Ese curso me dejó enseñanzas muy importantes, me incentivó a idear mi propia carrera, y a sumarme a otra propuesta de formación: la escuela de creativos”, cuenta a Noticias ONU.
Allí, Nicolás comenzó a adquirir diversas habilidades y a profesionalizarse en la fotografía.
“Un día entre los estudiantes compartieron un anuncio sobre una búsqueda de un fotógrafo submarino en Cozumel, México y yo, sin tener conocimientos sobre ese estilo de fotografía, decidí aplicar, mi experiencia era muy poca, pero mis ganas muchas”, recuerda con una sonrisa.
“Increíblemente y entre cerca de 1000 postulantes, me eligieron”, fue en ese momento que sin saberlo dio inicio su verdadera vocación que luego se transformó en pasión.
En 2019 llegó a Cozumel, nunca había buceado. “Lo mismo que haces en tierra intenta hacerlo bajo el agua”, le dijeron al unirse a la empresa que lo contrató.
“Al principio me sentía muy frustrado, (…) y opté por dar un paso a la vez, primero aprendí a bucear y luego le incorporé la fotografía submarina. De a poco comencé a descubrir un universo marino que no conocía, y pedí ayuda a varios biólogos para que me enseñaran a identificar las especies. Entonces sentí que me gustaba lo que hacía y que podía añadirle a la fotografía la ciencia y más adelante el activismo. Sumando éstos tres ítems empecé a encontrar al Nico que quería”.
El sueño comenzó a expandirse cuando diversas empresas le contactaron para patrocinar su labor y pudo comprar su primer cámara de fotos submarina.