Las semanas de espera para que los envíos de ingrediente farmacéutico activo (IFA) pasen por la aduana china para las vacunas contra el covid-19, en medio de la explosiva expansión de la variante Gamma en Brasil, marcan la pauta de cuán dramática puede ser la dependencia de insumos para la salud de una país. Con la pandemia, incluso los países ricos y desarrollados sufrieron la falta de insumos, ya que transfirieron su industria sanitaria nacional más allá de sus fronteras y el fortalecimiento de los proveedores locales entró en el radar de estas naciones.

En el caso de Brasil, el Programa Nacional de Inmunizaciones (PNI), que cumplirá 50 años en 2023, tiene entre sus señas de identidad la presencia de productores nacionales de las vacunas utilizadas. El Instituto Butantan y la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) suministran la mayor parte de las vacunas, sueros y otros inmunobiológicos que forman parte del programa, y ​​esa es una de las razones que los especialistas atribuyen a su éxito.

La responsable de salud del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Brasil, Luciana Phebo, señala que contar con instituciones robustas que sepan responder a problemas de salud tan graves es un privilegio que tiene Brasil. Para ella, garantizar el suministro de vacunas por parte de instituciones con la capacidad técnica de los fabricantes nacionales es una de las bazas del programa para garantizar su continuidad.

“Es un valor agregado no sólo para el país, sino para el mundo entero”, afirma. “El PNI no sólo es importante para Brasil, es importante para el mundo entero. Y más aún cuando se trata de enfermedades virales. Los virus no tienen pasaporte y no reconocen el deber de un país y de otro”.

Agencia Brasil