Por primera vez, ambos indicadores empeoraron alrededor de un punto y medio con respecto al mismo periodo que el año pasado. La falta de crecimiento económico combinado con la inflación, la falta de inversión y el estancamiento en la creación de empleo formal traccionaron para abajo el índice. Sin los programas de ayuda social del Estado, la indigencia hubiera alcanzado al 17,1 por ciento de los y las argentinas y la pobreza al 47,6 por ciento.
"La pregunta no es cómo llegamos a una pobreza de más del 40 por ciento, sino cómo no fue superior en un contexto de caída de salarios, empleo y crecimiento", se preguntan y responden los investigadores del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (Odesa), un instituto que cumple más de veinte años de historia en la medición de estos indicadores, y encuentran la respuesta en las transferencias sociales. "Sacar los programas sociales sería realmente peligroso porque son los que mantienen, junto con el instinto de supervivencia de las familias, el equilibrio social”, advierte Agustín Salvia, el director de Odesa.
Son 18,7 millones de argentinos y argentinas que no cuentan con los ingresos necesarios para adquirir una Canasta Básica Total -que además de comida incluye otros rubros básicos como ropa y transporte- y 4 millones indigentes. Al ir un poco más atrás en el tiempo, se observa una tendencia alcista de ambos guarismos entre 2017 y 2019, acentuado en 2020 en el contexto de pandemia. Ya en el periodo de la post pandemia y hasta 2022, la tasa de indigencia venía descendiendo y la de pobreza pivoteaba entre leves alzas y estabilidad. Este 2023 la tendencia cambió: ambos guarismos aumentaron un punto y medio.
"La pobreza de ingresos y derechos son una consecuencia de políticas fallidas", sentenció Salvia durante la presentación del informe de pobreza a la prensa, "más allá de las causas externas, las políticas fallidas son las verdaderas responsables de estos números". Y continúa: "Sin crecimiento, inversión y sin empleo digno, tuvimos que tener mayor gasto social, que generó un déficit público y, por lo tanto, inflación. Este modelo contuvo el ambiente social, pero no resolvió la pobreza ni la indigencia".
Los factores que logran atenuar, o incluso revertir, la tendencia creciente de la indigencia y pobreza por ingresos en un contexto de crecimiento inflacionario son, de acuerdo a los investigadores de la UCA, "las estrategias familiares que adoptan los hogares para la obtención de recursos -el mayor esfuerzo productivo y el incremento de la cobertura de la política pública -y no la calidad de los empleos, ni la evolución de las remuneraciones ".
Página 12