Hacía siete horas que el paro nacional decretado por la CGT y la dos CTA había comenzado y en las centrales sindicales ya se confirmaba lo que habían previsto: "Esto es un parazo".
En la sede cegetista de Azopardo 802 llegaban avisos de las diferentes regionales de la CGT dando cuenta del alcance de la medida en las diferentes provincias. El promedio iba entre 80 y 90 por ciento de adhesión.
El gobierno de Javier Milei intentó desarrollar sin éxito el remanido argumento de que los gremios impiden que las personas que no adhieren a la medida vayan a sus lugares de trabajo, los millones que pierde el país, los actos violentos o el uso de clavos "migueletes", como dijo la ministra de Seguridad. Pero nada de lo que dijeron tuvo la entidad como para desmerecer la potencia de la medida de fuerza. "El paro les dolió", afirmó el triunviro y camionero Pablo Moyano, y advirtió que si Milei mantiene su plan de ajuste, la central obrera mantendrá el plan de lucha. Héctor Daer, el otro triunviro, le reclamó al gobierno "tomar nota" del mensaje que enviaron los trabajadores organizados y "reconfigurar su política de ajuste que nos lleva a extremos". Fue el segundo paro nacional en cinco meses de un gobierno libertario que aplica un feroz ajuste que destruye los bolsillos y debilita la estructura del Estado. Todo indica que no será la última medida de acción directa.
El paro impactó en la Casa Rosada. La primera muestra la dio Patricia Bullrich cuando dijo días antes que se iba aplicar el protocolo antipiquete a una huelga que no incluía movilización. para luego, durante la mañana de este jueves, encabezar una desordenada conferencia de prensa en una vacía estación Constitución. Allí alcanzó a balbucear que se trataba de un "paro de la debilidad". El presidente Milei, en tanto, aprovechó el día franco para buscar acepciones de la palabra paro en algún diccionario y comentarlas a través de la red social X.
Página 12