Para los habitantes de Santiago de Chile, octubre de 2019 comenzó con la noticia de que el transporte público sufriría un alza de cerca del 4 por ciento. Era un incremento marginal, pero que desató una furibunda reacción, azuzada quizás por el consejo del entonces ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, quien recomendó a la población levantarse más temprano, porque antes de las 7 a.m. el Metro de Santiago es más barato.
La noticia del alza y la declaración de Fontaine, considerada por muchos una burla a la clase trabajadora, son dos elementos determinantes para entender qué fue lo que explotó en Chile el 18 de octubre de 2019, cuando estudiantes secundarios realizaron una protesta evadiendo el pago del transporte. Hubo enfrentamientos con la Policía y otros ciudadanos se sumaron a la muestra de descontento. Esa noche surgieron focos de desmanes y hubo saqueos. Empezaba el "estallido social”.
"Fue un movimiento donde se conjuntaron diversos malestares contra quien gobernaba en ese entonces, respecto de la economía y una cultura democrática donde las personas no sólo no eran escuchadas, sino, además, eran vulneradas en su diario vivir. Es importante recordar que uno de los conceptos claves de la movilización fue la dignidad. La movilización de 2019 fue una donde las personas se hartaron de sentirse vulneradas”, dice a DW Jorge Saavedra, académico de la Universidad Diego Portales y doctor en comunicación de la Universidad de Londres.
"Yo interpreto el estallido como un momento populista, en el sentido de que se produjo una impugnación plebeya de las instituciones comandadas por el mundo de los partidos políticos y los empresarios, elites culpables de alguna manera de secuestrar el progreso de los chilenos”, explica a DW Cristóbal Bellolio, politólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez. "El estallido también tiene que ver con la constitución de un pueblo a partir de la alianza de distintos grupos que eran oprimidos o marginados”, señala.
DW