He leído y oído en los últimos cuatro días innumerables análisis y comentarios tanto de las causas de la victoria de Yamandú Orsi como las de la derrota de Delgado. Y como es mucho, muchísimo, lo que se ha escrito y hablado, no considero que pueda aportar algo nuevo.
Con una excepción, algo humorística: se quiso comparar en forma despectiva a Orsi con Tribilín, olvidando que ese personaje animado será medio ingenuo pero es, por sobre todas las cosas, una buena persona, honesto y leal. Más que un ataque pareció un involuntario halago.
En fin… en lo que sí quisiera detenerme es en esa especie de revelación divina que algunos analistas antifrentistas creen haber descubierto. ¡La culpa de todo la tiene Antonio Gramsci y sus teorías sobre la “hegemonía cultural”!
La evidencia histórica refuta totalmente esta afirmación. La izquierda uruguaya estudió muy tardíamente a Gramsci. El dirigente socialista Vivian Trías lo mencionó solamente una vez en los años ’70 y Rodney Arismendi recién en los años ochenta. Basta con revisar la revista Estudios – la publicación teórica por excelencia del PCU- para confirmar esto. La colección completa está en Google, al alcance de todos.
La hegemonía cultural de la izquierda uruguaya no proviene del pensamiento de Gramsci, sino de Lenin. La idea madre es “la acumulación de fuerzas” para llegar al poder que, por cierto, incluye a los intelectuales.
Un detalle: tras ser derrotado militarmente el MLN-T, muchos de sus integrantes realizaron una autocrítica señalando que les faltó una ideología firme como guía para conquistar a las masas. Y no recurrieron a Gramsci, sino al marxismo-leninismo.
Pero, la clave del poderío electoral del Frente Amplio no se basa solamente en este pilar. Durante mucho tiempo la izquierda tuvo la hegemonía cultural, dominó los sindicatos y movimientos sociales, y sin embargo, perdía sistemáticamente las elecciones.
Lo que sucedió es que desde los años ’30 se ha producido un proceso lento, engorroso y sinuoso que terminó en 1971 con la fundación de la coalición de izquierdas que a lo largo del tiempo tuvo no pocas mutaciones. El Frente Amplio de 1984 no fue el mismo que el de 1971 y el Frente Amplio que ganó las elecciones en el 2004 no fue el mismo que el de 1984, ni siquiera el de los años ’90. Como tampoco este Frente Amplio del 2024 es igual al del 2004. Estas mutaciones tienen que ver con el aprendizaje de la dinámica política uruguaya y la constitución de una suerte de “comunidad de sangre” con una épica y mística real.
Por otro lado, es un error garrafal pensar que el MPP es lo mismo que el viejo MLN-T antidemocrático y partidario de la lucha armada. Salvo los casos de Mujica y Topolansky la camada nueva de dirigentes emepepistas no han disparado ni una pistola de agua. Pero algo más: son perfectamente conscientes que no pueden seguir en Uruguay el modelo cubano, venezolano ni el nicaragüense. Simplemente saben que no pueden hacerlo, aún en el hipotético caso de que lo desearan. No son idiotas. No se los debe subestimar.
Por algo Oddone será el ministro de Economía. Lean su libro “El declive” y verán como señala sin vueltas que las causas del largo estancamiento de Uruguay se debió al dirigismo económico, la presencia del Estado en todos lados y la cerrazón con el mundo. No, no es neoliberal. Es un economista con sentido común.
Finalmente, para los que hablan de “batalla cultural” como quién ha descubierto la pólvora o la bombita eléctrica, les sugiero leer la historia política del Uruguay. El herrerismo – para citar un ejemplo muy claro y concreto – le plantó cara al batllismo en esa área.
Por favor, dejen tranquilo al pobre Gramsci.
Jorge Chagas Fausto